jueves, 11 de agosto de 2011

Se rompe la falacia. Libertad.

Respiro bajo la cúpula
de smog gris
que envuelve a mi ciudad natal,
Madrid,
aplomada por las almas velocípedas
cuyas miradas olvidaron cruzarse,
bailando los tempos rápidos
de los pentagramas humanos
y las luces farrucas iluminan
sus rostros desfigurándose,
desconociendo los encantos
de los pequeños momentos,
fluctuamos veloces y a contratiempo.

Cae, de la noche a la mañana,
la falacia de lo inexistente.

Indignación,
frustración
e impotencia, florecen.

Las raíces de los árboles
apuntan hacia el cielo.

Descorcho la botella del sentimiento
y brindo con el apocalipsis.

Mujer pacífica y paciente,
contempla a viejas marionetas,
llenas de polvo,
recobrando vida,
despojadas ya de su conducta indiferente.

Penurias y desgracias,
desplome estructural,
y, por razones abstrusas,
diviso, a lo lejos, la libertad social.