viernes, 11 de febrero de 2011

Todo, todo, por orgullo

¡Qué bonito eras!
Te miraba desde lejos,
recorrer en bicicleta
nuestra pequeña aldea,
meneando al viento tu rubia melena.

Te miraba,
me mirabas,
subían las mareas.

Me pregunto cómo te irá,
por lo que sé, escalaste alto,
siempre fuiste un trepa,
narcisista desmesurado.

Pero, por si acaso, yo
siempre vuelvo a nuestra aldea,
me refugio bajo la luna
y nacen todas las noches
en que no dormimos juntos
e inundan las mañanas
todos los amaneceres
que no vimos, por orgullo.

Inocente fuiste
en pensar que tragaría arrogancia,
en pensar que iría a verte.

Inocentes fuimos,
lo confieso, yo de ti,
pensé lo mismo.

Choque de egos al cubo,
todo, todo, por orgullo.

Y morirme por saborear
tu miel de los panales del infierno,
eres hijo de Satán.
¡Pero qué calor en el momento!
¡Qué dulce el fuego de tu averno!


Y morirnos, ya ves,
todo, todo por mero orgullo,
por mero orgullo negarme
a que mi néctar sea tuyo.

Y condenados de por vida
a cruzar nuestras miradas azules
en el camino de arena,
que conduce a aquella fuente,
testigo único de nuestras
horas de charla adolescente
y, en sus aguas,
nuestras manos reflejadas
no se entrelazan,
nunca se entrelazaban.

Choque de egos al cubo
todo, todo, por orgullo.

Y mirarnos con los años,
como rosas, marchitando
perdiendo los pétalos,
las espinas conservando.

Y absurdos preguntarnos
¿qué hubiera pasado si...?

Hijo de Belcebú,
fuego que prende en el infierno,
yo vuelo en cielo azul.

Se cegarán, por no encontrarse
nuestros ojos de cián,
choque de egos al cubo,
todo, todo, por orgullo.

El romanticismo
en su estado más puro,
amores imposibles,
todo, todo, por orgullo.

Mares de nuestros ojos,
invadiendo nuestra aldea,
témpanos de hielo, mientras.

Todo, todo, por orgullo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario