jueves, 18 de noviembre de 2010

Isabel... mi otra heroína cotidiana

Aún hoy, resuena
una melodía
cada vez que alguien
pronuncia tu nombre:
Isabel...

Cuanto más pasa el tiempo,
mejor te recuerdo,
y tu sonrisa
y tus ojos indescriptibles,
van marcándose intensamente
en mi retentiva,
sin embargo,
no puedo rememorarte
con nostalgia,
tan sólo
viva,
alegre
y cantarina...

Te reproduzco preparando
café para todos
en las mañanas,
mientras cantabas:
"Y en sus ojos la
fiebre brillaba"
elevando tu voz,
al menos tres tonos,
y todos los presentes,
reían a carcajadas;
o cuando tratabas
de disimular una ventosidad
con un
"¡uy! se me ha descosido
el vestido";
nadie había
con más gracia
para la vida,
avivabas con arte
toda hoguera
medio encendida,
escribías anécdotas
tronchantes,
escondías, escritas,
en viejos
cuadernos las filosofías
que más ensalzaban
tus alegrías
y tu adorable capacidad
de rendir homenaje
sólo a lo bueno,
por miserable y podrido
que estuviera por dentro.

Me encanta recordarte así:
graciosa, imperfecta, cálida,
vivaz, positiva, jovial...
Y tu modo de adornar las historias
para que nunca concluyeran mal...

Todo lo que fuiste, abuela,
y el adiós que no pude darte
y el te quiero que jamás te llegó,
quería contártelo hoy,
a sabiendas que lo recibirás,
porque nadie prevalece
más vivo
que aquellos que habitan
en nuestra memoria.

Me gusta recordaros,
a ti y a mi madre,
discutiendo, jugando,
charlando y riendo
y luego pensar un rato en mí
y ver el reflejo de las dos
entre muchos de mis rincones
y convencerme
de que nunca te dije adiós
porque lo mejor de ti,
sigues siendo tú,
sigue estando en mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario