lunes, 22 de noviembre de 2010

Objetiva frialdad

Regresar una y otra vez
a aquel río,
arrojar todo aquello que,
en mi conciencia
o
en mi memoria
tiene un peso mayor al de una pluma
y, en un instante,
mis mejores versos,
mis dolores más agudos,
mis magnánimos secretos
o
mis inconfesables pecados,
comiencen a difuminarse
en la memoria hidráulica,
y, mañana,
tan sólo adopten la confusa forma
de un pedacito del pasado,
tortuoso en espacio y tiempo,
que tan sólo me convierte en la humana de hoy,
reflexionar, sentir en mi pecho el gélido latido
desbrozándome los ventrículos...

Y es que,
¿qué hacer con esta
frialdad objetiva
que aparece envalentonada
esporádicamente?

¿Qué hacer con ella,
que me perjudica y
me beneficia y me salva?

Es salubre dejar el pasado atrás,
pero,
¿lo es en la misma medida,
hacerlo de un modo tan tajante?

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